SAN MIGUEL AMOLTEPEC VIEJO.- Del pueblo, lo único que sobrevivió en pie es la vieja iglesia.
La comunidad está a 2,200 metros sobre el nivel del mar, en medio de la Montaña guerrerense. El paisaje se difumina en una capa espesa y blanca que apenas permite ver siluetas opacas. A esta altura, literalmente, se camina entre nubes.
San Miguel Amoltepec Viejo, comunidad de 211 habitantes, quedó sepultada tras el paso de ‘Manuel’ e ‘Ingrid’ en 2013. El pueblo es formado en su mayoría por indígenas tu’un savi (mixtecos) y está ubicado en el municipio de Cochoapa el Grande, que tiene el primer lugar en marginación y el menor Índice de Desarrollo Humano en el país.
Las tormentas ‘Ingrid’, en el Golfo de México, y ‘Manuel’, en el Pacífico, llegaron con horas de diferencia, entre el 15 y 16 de septiembre del 2013. Buena parte del estado de Guerrero quedó sumergido bajo las aguas, derrumbes y sin comunicación terrestre durante varios días.
Desde la noche que llegó Manuel y los días siguientes, la gente Amoltepec el Viejo tomó lo que pudo recuperar de sus pertenencias y se instaló en un campamento, primero en el panteón y luego en un terreno de siembra junto al camino principal de acceso al pueblo.
En enero del 2014, los habitantes de la comunidad dormían entre chivos, perros y gallinas. Ni siquiera había un espacio para defecar. «Vivimos como animales» decía Braulio Pérez padre de 6 hijos.
Poco antes, en diciembre de 2013, después del llamado de ayuda que emitió el Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, habían llegado a la zona organizaciones de la sociedad civil y una delegación europea de Protección Civil.
Tras un análisis de necesidades, se concentraron en 7 comunidades prioritarias, una de ellas, San Miguel Amoltepec Viejo.
Para Rodrigo Galindo, gerente de programas de Oxfam México, el trabajo en terreno en San Miguel Amoltepec Viejo dejó algunos aprendizajes.
La ayuda «no se resuelve con buenas intensiones. Puedes generar mayores afectaciones», dice en entrevista telefónica.
Por ejemplo, durante los primeros meses de emergencias en alguna de las despensas de apoyo transportadas desde varias partes del país, llegó huevo en polvo, que necesita agua. La gente lo confundió con leche y la intentó beber, pero encontró una masa y sintió asco. Todo eso fue tirado, desperdiciado y generó moscas.
«La emergencia no ha terminado», dice Galindo, quien, como parte de una organización humanitaria, tenía claro un protocolo de trabajo, llamado Proyecto Esfera. Este es un conjunto de normas mínimas en sectores clave para salvar vidas. En cambio, cuenta, de parte de las autoridades, «no conocimos plan integral de contingencia».
Desde su experiencia, cualquier tormenta podría repetir los daños que provocaron Manuel e Ingrid. El Programa Especial de Cambio Climático (PECC, del gobierno federal mexicano), publicado en el Diario Oficial de la Federación en 2009, reconoce que México se ubica entre los países con mayor vulnerabilidad «debido a que 15% de su territorio nacional, 68.2% de su población y 71% de su PIB, se encuentran altamente expuestos al riesgo de impactos adversos directos del cambio climático», citando al World Bank Global Framework for Disaster Risk Reduction.
“Aquí no hay nada”
Después de un año de pelear por sus derechos, los pobladores fueron reubicados en casas construidas por la Secretaría de Desarrollo Social.
Sin embargo, nadie atendió otro problema, quizá más grave: 430 mil hectáreas de cultivo de maíz, sorgo y caña de azúcar que se perdieron a nivel nacional. Los daños ascendieron a 75 mil millones de pesos según cálculos de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros.
En noviembre de 2013, el Consejo de Comunidades Afectadas –formado por comisarios y autoridades indígenas tras el desastre-, junto con Tlachinollan y la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras hicieron pública una iniciativa llamada «Para que llueva maíz en la Montaña», donde solicitaban al gobierno federal subsidiar la entrega de maíz, frijol y arroz, pensando en un consumo de 4 kilos de maíz al día por familia, es decir, 125 kilos mensuales, además de 300 de frijol.
Pero fue hasta abril de 2014 cuando la dotación de granos comenzó a fluir tras la presión del Consejo, que realizó marchas en Tlapa. La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) pagaría el recurso y Diconsa (empresa de participación estatal mayoritaria) se encargaría de la entrega en especie.
El problema para entregar los recursos, y en general para transportarse, es el mal estado de los caminos. Para llegar a San Miguel, se debe subir por terracería desde la cabecera municipal de Cochoapa el Grande, a unos 7 kilómetros, en medio de bosques.
Basta una lluvia leve de temporal para que ni los transportistas provenientes de Cochoapa se acerquen a la zona, por el peligro que implica manejar en la terracería húmeda y frágil.
En julio de 2014, la entrega de semillas se suspendió. La migración en la región se duplicó, según el centro Tlachinollan.
«Aquí no hay nada para trabajar», dice Regino Vázquez Santiago, campesino, mientras teje sombreros con su esposa en el patio de su casa. A su lado, una anciana borda un vestido con un telar de cintura. Cuenta que mucha gente emigra hacia Sinaloa, al norte del país, para trabajar en campos agrícolas como jornaleros, pues las cosechas se perdieron tras el paso de ‘Manuel’ en el lugar donde vive.
NOTA DE LOS EDITORES: Marchan damnificados en Guerrero, exigen recursos para la reconstrucción de sus comunidades
23 de noviembre de 2015. Tlapa, Guerrero.- Cientos de damnificados por Ingrid y Manuel marchan desde Tlapa, la principal ciudad de la región indígena de la Montaña, hacia Chilpancingo, la capital guerrerense. Los indígenas, organizados en el Consejo de Comunidades Damnificadas de La Montaña, exigen cuentas claras sobre los recursos otorgados para la reconstrucción, pues dos años después del desastre hay al menos 28 comunidades viviendo aún en campamentos.
«Es suficiente de actas, minutas tras minutas y no trabajos concretos. Somos concientes de que hay muchas empresas que vienen a sacar dinero y no hay avance en los pueblos», dice Abad Cantú Gómez, del municipio de Malinaltepec, de mayoría me’phaa
Para más información consulta el portal de Tlachinollan: http://ow.ly/V6SAk
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