TIJUANA, BAJA CALIFORNIA.- Estéfani no recuerda los detalles del día que le cambió la vida. No puede describir, por ejemplo, cómo era el primer ardor que le consumía el cuerpo. Tampoco tiene claro qué fue lo que hizo las horas posteriores al ataque. Lo que sí recuerda es que estaba parada frente a la puerta de la casa en la que todavía renta un cuarto, en el centro de esta ciudad fronteriza, cuando le tiraron encima ácido sulfúrico.
-Me lo aventó por atrás una jota igual que yo; una trans igual que yo. Me lo aventó por envidia, porque nunca le hice algo malo como para que me hiciera esto. Creo que ya se fue. No sé dónde está, tiene mucho que no la veo -cuenta Estéfani, sentada en una piedra, en el patio de esa misma casa.
Luego de que la atacaron, el jueves 24 de julio de 2014, alguien la llevó a un centro de salud. Ahí le dijeron que le harían un injerto de piel en la espalda y la parte trasera de los brazos. Pero ella escapó: no quería cicatrices en su cuerpo curvilíneo.
-Así anduve trabajando una semana todavía, pero después me llevaron a otro centro de salud; ahí hicieron curaciones a mi piel. Es que ya no aguantaba el ardor. Fue horrible -recuerda.
-> Publicado en Eme Equis | El Jardín de las Mariposas | Texto: Jésica Zermeño. Fotografía: Prometeo Lucero