Post navigation

Publicaciones

Apaxco-Atotonilco: bajo la nube de acrilatos

Fallas respiratorias, dermatitis, leucemia, cáncer, intoxicación, malformaciones congénitas, desmayos, abortos involuntarios. Muerte masiva de ganado. Y de personas. Olores fétidos y tóxicos. Niños con trastorno de déficit de atención e hiperactividad, jaqueca frecuente y debilidad.

Resultados de una investigación del impacto de la salud realizada por el Centro de Diagnóstico y Alternativas para Afectados por Tóxicos (CEDAAT) valoran que el impacto en la salud de la población en la zona Apaxco-Atotonilco está afectado por la continua exposición con los residuos peligrosos reciclados por Ecoltec, filial de la cementera Holcim Apasco.


Apaxco se encuentra en el norte del Estado de México en el límite con el sur de Hidalgo, a 85 kilómetros de la Ciudad de México. Desde 1936, cuando se instaló Holcim, sus cerros son fuente de piedra caliza para la fabricación de cementos. Tanto Apaxco como Atotonilco, ya en Hidalgo, son sede de grandes empresas cementeras, como Tolteca, Lafarge, Cemex, Cruz Azul y Calidra, entre fábricas locales. Atraviesa ambos municipios el río Salado, que carga aguas negras de la capital.

Estos poblados completan un corredor industrial considerado en 2005 por la Organización de Naciones Unidas como zona de desastre ambiental: Tula-Tepeji-Apaxco. En ese eje también se encuentra la refinería y petroquímica de Petróleos Mexicanos y una termoeléctrica a cargo de la Comisión Federal de Electricidad. Desde los últimos 15 años operan unas 115 industrias diferentes.

Combustible alterno

Ecoltec, empresa de almacenaje y reciclaje de desechos tóxicos, filial de la cementera de capital suizo Holcim-Apasco fue, hasta el momento en que pobladores cerraron sus accesos, una fuente de mortalidad y enfermedad colectiva.

El negocio de Ecoltec consiste en recibir los residuos tóxicos de las grandes industrias. Y también, por ejemplo, los 180 mil juguetes de Mattel decomisados por el gobierno que presentaban altos índices de plomo.

Las ganancias por esto crecieron, pues Ecoltec cobra por recibir y procesar los desechos y obtiene coque como materia prima para crear su combustible alterno, lo que le ahorra costos de operación.

Desde su inicio de operaciones en el año 2003 el cuadro de daños en la salud se incrementó. Comenzó con tos, alergia y mareos. Aún cuando la empresa llevaba ferias médicas a la región, con algunos doctores y dentistas que recetaban aspirinas, los niveles de toxicidad aumentaron.

Y es que según el CEDAAT, la incineración de residuos peligrosos en hornos de cemento “está reconocido por el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP) como una de las fuentes de mayor generación de COP¨formados de manera no intensional, incluyendo las dioxinas y furanos y los PCB. Estos son compuestos muy tóxicos, que se acumulan en la cadena alimenticia y de desplazan a grandes distancias”.

Los COP o neurotóxicos liberados en la zona son acrilatos, bifenilos policlorados, dioxinas y furanos y metales pesados como mercurio y plomo.

Cada relato de los afectados ambientales estremece:

Por ejemplo, Enrique Cruz Ramírez, campesino de 50 años originario de El Refugio, Hidalgo, comenzó a padecer alucinaciones y después dejó de hablar. Adqurió Alzheimer en el año 2006. Trabajaba en las siembras once horas al día y su familia lo recuerda cariñoso. Ahora se está acabando poco a poco. Sólo le quedan reflejos para responder “si” o “no” y comer alimentos licuados. Su hermano Antonio falleció a los 38 años de leucemia, con problemas de retraso mental.

El hijo de Antonio Gil López, extrabajador de Cementos Apasco, murió de leucemia y su esposa tiene problemas de asma. Su caso es además emblemático, pues mientras la industria acusa al movimiento ambientalista de quitar fuentes de trabajo, él y otros cientos de trabajadores fueron despedidos cuando intentaron organizar un sindicato.

Ángel, un niño de once años muestra anemia y su cuerpo delgado lo cubre con un chaleco de lana al mediodía. En su reseco rostro se observan llagas y padece tos crónica.

En otros niños como Sofía, es evidente la malformación en sus extremidades.

Estas historias se repiten a lo largo de El Refugio, Texas, Mirador y Vito en el municipio hidalguense de Atotonilco, así como en La Estación, Santa María, La Loma, Pixcuay, Coyotillos, 23 de Noviembre y el centro de Apaxco, al norte del Estado de México.

Y es que los efectos tóxicos de los COP avasallan. Causan daños en los genes, disrupción endocrina, es decir, que atraviesan la membrana celular y afectan la genética de hormonas; también causan lesiones en el sistema nevioso periférico y central, con afecciones en el cociente intelectual y al sistema inmune.

El derecho a la salud

Dos historias colectivas han cambiado la situación. La primera, ocurrió el 21 de marzo de 2009, día que marcó una negra primavera.

Once campesinos murieron en cuestión de minutos cuando hacían la faena de limpiar el cárcamo de agua. Se presume que Ecoltec realizaba descargas a través de un ducto hacia el río Salado. Sólo sobrevivió Francisco Álvarez Salinas, viendo caer los cuerpos inertes mientras se sostenía, casi agonizante en una escalera. Algunos de ellos eran familiares. Cuando los labriegos fueron llevados para recibir atención médica, ya era demasiado tarde, pues los pulmones habían reventado de inmediato.

La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) señaló que los pobladores habrían estado alcoholizados durante la faena.

Pero lo que realmente detonó la movilización social fue la noche del 5 de mayo de 2009. Mientras la gente dormía en sus hogares, una fuga de acrilato (misma que la empresa aceptó) provocó una crisis de pánico generalizada. Las ambulancias no se dieron abasto para sacar de El Refugio a la gente que caía desmayada.

Al relatar el hecho, la gente recuerda que la pestilencia en ambos incidentes era similar.

El impacto alcanzó once comunidades con una población aproximada de 30 mil habitantes en ambos estados en un área de 4 kilómetros cuadrados. En 262 de los 305 pacientes que fueron encuetados por CEDAAT, se registró un cuadro de intoxicación aguda. En tres casos de ocho mujeres se presentó interrupción del embarazo.

La gente cerró los accesos de Ecoltec y colocó un plantón en su entrada. Así nació el Grupo Pro-Salud Apaxco Atotonilco, en reclamo del derecho a la salud, un medio ambiente sano y el cierre definitivo de Ecoltec y la reparación del daño.

El movimiento unió a personas en ambos estados e incluso se acercó con gente de Orizaba, Veracruz, en reciente organización, así como afectados ambientales en otros municipios del Estado de México e Hidalgo y organizaciones no gubernamentales como Greenpeace y Centro para el Análisis y Acción para los Productos Tóxicos (CATA por sus siglas en inglés). Los pobladores fueron reconocidos por CATA como miembros de la coalición International PO’s Elimination Network, IPEN.

También ha logrado reunir a médicos y especialistas científicos con la iglesia católica local y cristianos ebanistas en una misma demanda: el cierre de la empresa que desde su instalación en 2003, incrementó el cuadro de daños a la salud.

“Nos da tristeza que nos llenen de problemáticas, enfermedad y muerte” se queja Victor Hernández Arce. Observa los encinos chaparros sembrados a las afueras de Ecoltec y menciona: “puro maquillaje mortal, merecemos respeto a la vida”. Antonio Gil añadre que en Suiza sí se cumple la ley, pero aquí no.

Las cementeras han respondido con obra social, desde pavimentación en las vías hasta juguetes para los niños y apoyo para las fiestas patronales.

En el 2004 una treintena de vacas murió al beber agua del Río Salado. Algunos cadáveres, hasta la fecha, no terminan de descomponerse. Al cumplir un año el plantón presentan algunos huesos, que aún conservan humedad pues están cubiertos de caracoles y conservan aún dura piel y carne.

El plantón ha impedido la exhalación de gases tóxicos y dicen, el nivel de enfermedad disminuyó. Sin embargo, las nubes tóxicas continúan cubriendo el cielo.


Más fotografías: Procesofoto / En la mira, 13 de mayo de 2010