Crecer en medio de la marginación, incursiones militares y saqueo. Pobreza, muerte y represión. Padres en prisión, asaltos en camino.Cacicazgos y paramilitares. Violación sexual, prisión, esperanza en los partidos políticos. Conflictos agrarios y desprecio racial en la cabecera municipal, donde nacer mestizo es una categoría superior a ser indígena.
Así han vivido las comunidades me´phaa y na´savi en Ayutla (también conocidos como tlapanecos y mixtecos). Municipio de la Costa Chica guerrerense donde todo hay, menos libres. Y los que aspiran a serlo, son perseguidos. Y donde las huellas emocionales desde la masacre de El Charco, hasta la persecución, amenazas, desaparición, encarcelamiento y asesinato de defensores de derechos humanos son la vivencia, certera, de cada día.
Donde, como cuentan las historias del cielo y el infierno, para quien es indígena y defensor de derechos humanos «no hay cafés ni desayunos en los hoteles de Reforma para discutir la situación del país: no hay cobertura mediática nacional para las conferencias de prensa. Tampoco hay generosos donativos por parte de organismos para financiar viajes y cabildeo internacional».