Frontera Sur from Prometeo Lucero on Vimeo.
¡Corre de ida, corre de vuelta, corre!
Al oir el grito de La Bestia, a la 1 de la mañana, despertaron y corrieron colina abajo del albergue «La 72» hacia las vías (la Bestia no avisa cuándo arranca, sólo arranca, así que es mejor apurarse). Momentos después, y con igual ímpetu, aunque ahora asustados, regresaron en sentido contrario, colina arriba, hacia el albergue.
«¡Vivo, Adán!» gritó un migrante a su compañero mientras huían, agazapados entre los matorrales para reagruparse. Unos corrieron por la gasolinera y otros brincaron los arbustos del camellón. Una vez juntos, quedaron viendo hacia las vías, en espera de los que quedaron atrás. Apenas subían el tren, en la estación de Tenosique, vieron llegar entre las sombras a un grupo de hombres con armas largas. Nadie quiso quedarse a verificar quienes eran.
Una patrulla de policias estatales enciende la torreta y baja en dirección al tren. En vez de acercarse, opta por da media vuelta y se aleja del lugar.
El «infierno verde»
Esto, antes del sol, el polvo y la humedad durante 32 kilómetros a pie hacia Tenosique. «El infierno verde», le dicen.
En ocasiones acaba en tragedia. A finales de marzo, una lancha sobrecargada se volteó, muriendo 3 migrantes a pocos kilómetros de El Naranjo.
Regionalismos
Aquí los conocemos como centroamericanos o indocumentados. A veces la prensa simplemente les titula ilegales (casualmente, igual que al mexicano en Estados Unidos). Los salvadoreños se conocen como guanacos y los hondureños como catrachos; chapin es el guatemalteco, tico el costarricense y el nicaragûense, nica.
No avisa
La ley y la realidad
En el punto 2 de la Ley de Migración, publicada el 25 de mayo en el Diario Oficial:
«(…) En ningún caso una situación migratoria irregular preconfigurará por sí misma la comisión de un delito ni se prejuzgará la comisión de ilícitos por parte de un migrante por el hecho de encontrarse en condición no documentada».
Viacrucis migrante
Es el hondureño Rony Mazariegos quien carga la cruz. La representación católica, nutrida por apenas una centena de personas, se cruza de frente con el viacrucis del pueblo de Tenosique, donde pasan miles de residentes. Hay un saludo mutuo e intercambio de oraciones. Luego, cada cual sigue en sentido contrario. La de migrantes culmina en la estación de ferrocarriles, sobre una pipa vieja y llena de aceite. Allí se crucifica a Mazariegos.
Por la noche, con velas y antorchas parte en silencio una velada hacia la sede local del Instituto Nacional de Migración.
Recursos limitados
El semblante cambia cuando toman una ducha, en una improvisada regadera cubierta por plásticos. Vuelve una sonrisa, un rostro con vida, el color. En la cocina preparan alimentos, que nunca son suficientes para cubrir la necesidad de quienes llegan por la madrugada, por la mañana, por la tarde, por la noche, por la madrugada, por la mañana… tampoco los medicamentos para aliviar la fiebre, cefáleas, insolación, quemaduras y torceduras.
El albergue «La 72» (nombrado así en memoria de los asesinados en San Fernando), trabaja con lo que puede, y con el ímpetu del fraile Tomás González (o bien, Fray Tormenta) y voluntarios y activistas comprometidos.
Cazar garrobo
Otras historias de origen
Preguntar las historias del origen de la migración casi siempre llevan a los mismos puntos: pobreza, desempleo, violencia de las pandillas, persecusión política, desplazamientos forzados.
Hay un factor que no ha sido suficientemente estudiado como causante de la migración: la violencia familiar.
Muchos de los niños, adolescentes y mujeres que suben a La Bestia también huyen de los golpes familiares, los insultos, las humillaciones, a pesar de que en el camino puedan encontrarse con algo peor. Así contó su historia Yill, quien perdió las piernas al caer del tren en Lechería en 2010, escapando de su esposo golpeador. Así salió de Honduras Daniel, de 13 años. Después de un limbo de dos meses entre que no quiso seguir el camino ni regresar a su país, un día tomó la decisión, subió a La Bestia y partió.
Así salen más.
Heridos
Madres en búsqueda de sus hijos
En las paredes de la Casa de los Amigos, en la Ciudad de México, cuelgan varias decenas de retratos, quizá centenas. Los han puesto madres que vinieron de Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, en busca de sus hijas e hijos, en noviembre de 2011. Por parte del gobierno mexicano, aún no existe una estadística, vaya, ni siquiera una investigación oficial, de cuántos migrantes centroamericanos mueren, son secuestrados o desaparecidos en México.
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El proyecto multimedia fue editado durante el taller «Violencia y Sociedad en América Latina» de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, con ayuda de Donna de Cesare y talleristas en San Salvador.
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